En las empresas, como en los individuos y naciones, tenemos que trascender de lo verbal, y comenzar a incursionar en el terreno de lo transpersonal. En este terreno, la ética cobra su sentido más amplio y abarcador. Nos encontramos, con la realidad que nos trasciende y a la que, sin saberlo, estamos conectados estrechamente. Y, más allá incluso, con la realidad en la que todos somos un solo ser interdependiente y universal.
Normalmente, simplificando al extremo, podemos distinguir en nuestros análisis empresariales e institucionales e incluso psicológicos a nivel individual, los niveles o esferas analítica, del sentido común o intuitiva, la de las asociaciones libres, y la de los sueños. Como seres individuales, o como partes interdependientes del multiuniverso en el que nos desenvolvemos, consciente o inconscientemente, no hay lugar para el funcionamiento de una cualquiera de estas esferas independientemente de las demás.
En cualquier momento de nuestra vida individual o colectiva, lo que tenemos a la mano en cualquier momento, se refleja en la pantalla cotidiana de nuestra televisión interna. Canales de transmisión que transmiten a esas pantallas, provienen de esas cuatro esferas. Los estados definidos como saludables, son aquellos en los que, la pantalla de nuestras vidas, es capaz de integrar en una sola y vibrante transmisión, debidamente sincronizada, las emisiones de estas cuatro esferas y de todas la esferas colaterales que las rodean. Los estados de perturbación o de patología a los que identificamos como problemas, por lo general podríamos identificarlos como transmisiones desincronizadas y tumultuosas de todas o más de una de estas esferas, al mismo tiempo, sobre las pantallas televisivas de nuestra vida individual o colectiva.