«Mañana vendrán en barco? Es la ley de la historia y nadie puede impedirlo» (Sami Na?r, Y vendrán? las migraciones en tiempos hostiles, 2006). Escribía Eduardo Galeano, en su obra Bocas del tiempo, que, desde épocas remotas, peces y aves han huido del frío surcando las sendas libres del mar y el aire. Sin embargo, sentenciaba, los caminos del éxodo humano no son libres y por ellos peregrinan los emigrantes, los «fugitivos de la vida imposible», escapando de los bajos salarios y de las tierras esquilmadas.
Valga esta licencia cuasi poética para abrir el prólogo a este libro que versa sobre los intentos de esos fugitivos por construirse una vida posible. En efecto, si las movilidades humanas son una constante en la historia, en las últimas décadas, el fenómeno migratorio ha adquirido un singular protagonismo en las agendas de gobiernos y organismos internacionales. La creciente importancia del fenómeno se ha visto reflejada en la literatura académica y en los foros políticos y sociales. En el ámbito académico, el debate se ha centrado, sobre todo, en las consecuencias económicas de la migración. En los países receptores se ha planteado la incidencia de la migración sobre los salarios y empleo; el Estado de Bienestar y el desempeño económico. En los emisores, la discusión se ha centrado en el positivo efecto de las remesas y en la negativa incidencia del éxodo de capital humano. A nivel político y social, los debates se han traducido en un enfrentamiento entre los defensores de fomentar la inmigración y los partidarios de restringirla. A finales de la década de 1990, en el ámbito de la cooperación internacional y de las políticas migratorias, surgió el concepto de codesarrollo con el objetivo de convertir la inmigración en un vector de solidaridad con los países pobres y actuar sobre las causas de las migraciones. La piedra angular de la argumentación se puede resumir en la siguiente expresión: promoción del desarrollo en origen e integración en destino. En el discurso del codesarrollo, el inmigrante adquiere un papel protagonista como agente del desarrollo. Más recientemente, la investigación sobre migraciones internacionales ha incorporado el estudio del empresariado inmigrante en un doble sentido: como fuente de riqueza que contribuye al dinamismo económico del país receptor y como factor de integración. Con la aparición en escena de esta nueva figura se quiebra la tradicional imagen de la migración como vivero de mano de obra en los países receptores.
Entre la creciente literatura que pretende explicar las razones del emprendimiento del colectivo inmigrante destacan las teorías culturales, la perspectiva estructuralista y la integradora. Las teorías culturales identifican las características culturales y el éxito empresarial (la percepción del empresariado y sus valores por parte de la comunidad étnica favorece o desfavorece la actividad empresarial de sus miembros). La perspectiva estructuralista acentúa el contexto de oportunidades y los factores situacionales de la sociedad receptora (desventajas en su inserción en el mercado de trabajo, discriminación, barreras lingüísticas, obstáculos legales). Se analiza la iniciativa emprendedora como respuesta ante el bloqueo de oportunidades para la movilidad laboral y social y no como rasgo definitorio del proyecto migratorio desde sus orígenes. Finalmente, la teoría integradora enfatiza tanto en los factores socioculturales como en los institucionales y económicos, que condicionan la actividad de los empresarios. Como subrayan Rath y Kloosterman (1999), las economías étnicas dependen del capital humano, de las redes sociales utilizadas y de la estructura socioeconómica y política institucional de la sociedad de llegada, marco que define parte de la estructura de oportunidades de los inmigrantes. Este enfoque otorga un protagonismo especial al marco normativo y a las instituciones en la promoción del progreso, insertándose, así, en la literatura más reciente sobre el desarrollo. A partir de la obra de North y de Greif, entre otros, se sabe que la estructura institucional, el cuadro de incentivos y restricciones que conforman el comportamiento social y articulan la acción colectiva, determina, en gran parte, el desempeño económico. El enfoque institucional distingue entre instituciones formales (leyes, reglamentos y procedimientos gubernamentales) e informales (ideas, creencias, actitudes y valores). En el caso que nos ocupa, se pone de manifiesto que la matriz institucional condiciona la creación de empresas por parte del colectivo inmigrante. Desde perspectivas liberales, se asocia la informalidad a los altos costos de la formalidad, a una legalidad excluyente, y se confía en la iniciativa individual para la creación de mercados (Hernando de Soto, 1988), ignorando que los mercados son construcciones sociales arraigadas en contextos socioculturales e institucionales específicos con toda una serie de regulaciones que difieren en el espacio y en el tiempo (Chang, 2002).