El consenso que existe a la hora de juzgar como preocupante la marcha del desequilibrio externo de la economía española, se diluye cuando de lo que se trata es de analizar sus causas e implicaciones.
Que el déficit externo sea un motivo de preocupación parece lógico si se tiene en cuenta que su magnitud superó, en 2006, los 86 mil millones de euros (cerca del 8,6% del PIB), convirtiendo a España en el país de la OCDE con mayor saldo negativo detrás de Estados Unidos. En ese resultado influyó no sólo el incremento del déficit comercial, igualmente por encima del 8% del PIB, sino también el más abultado desequilibrio de la balanza de rentas, el cambio de signo de las transferencias corrientes y el menor efecto compensador de la balanza de servicios.
Las previsiones, por lo demás, no apuntan corrección alguna y apuntan a un déficit que probablemente ronde el 9,5% del PIB en el año en curso.
Pese a su dimensión, que no tiene precedentes en la historia más reciente, la economía española no ha padecido, hasta el momento, problemas de financiación externa. Un resultado que es consecuencia de la pertenencia de España a una unión monetaria que actúa como factor de protección y garantía de ese desequilibrio. Ahora bien, es claro que ese elemento de cobertura no podrá ser sostenido indefinidamente en el tiempo. Lo que obligará a la economía española, tarde o temprano, a un proceso de ajuste que, al no poder apelar al tipo de cambio, habrá de descansar sobre la evolución futura de costes y precios, pudiendo alterar las posibilidades de crecimiento de la economía.
Hasta aquí el ámbito de consenso de la opinión económica. A partir de este punto son todo dudas, interrogantes y opiniones más o menos discrepantes. ¿A qué es debido el déficit? ¿qué factores están tras su rápida expansión? ¿expresa realmente una pérdida de competitividad de la economía española o es simplemente una consecuencia coyuntural de la expansión de nuestra demanda interna? ¿es sostenible la financiación del déficit, incluso en el seno de una unión monetaria? ¿cuáles son las vías de corrección del desajuste? y ¿cuáles serán sus consecuencias para la evolución de la economía española? Son todas preguntas de enorme interés, a las que se ofrecen respuestas no siempre coincidentes. Esta es la razón por la que ECONOMISTAS decidió dedicar un número monográfico a debatir este problema. Para ello, bajo el patrocinio del Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX), que está celebrando su 25 Aniversario, se convocó a un nutrido grupo de especialistas para que aporten su juicio sobre alguno de los problemas relacionados con la interpretación del déficit exterior.
El número comienza con un artículo de José Luis Feito en el que se discute la relación que muchos analistas suponen entre el déficit exterior, la competitividad de la economía y la evolución de la productividad; Álvaro Anchuelo y Fernando Becker ponen en relación la evolución del déficit con el modelo de crecimiento que ha seguido la economía española en los últimos años y analizan la conexión del déficit con el comportamiento de los agentes económicos; a estudiar las condiciones de financiación del déficit exterior se orienta el artículo de Emilio Ontiveros y Carlos Maravall, que ya apunta las más recientes alteraciones que han sacudido los mercados financieros internacionales; Esther Gordo, a través de diversas vías, trata de estudiar la evolución de la competitividad de la economía española, explorando sus principales factores explicativos; Matilde Madrid considera la evolución que ha tenido en el tiempo la composición y orientación del comercio español, poniéndolo en relación con los resultados agregados del comercio; a similar propósito se orienta el trabajo de Vicente Donoso y Víctor Martín, si bien en este caso centrado en el efecto que sobre el déficit ha podido tener la selección de mercados de la exportación española; José Antonio Alonso analiza el efecto que los procesos de multilocalización tienen sobre la economía española, analizando su potencial incidencia sobre el déficit externo; Gisela Di Meglio y Luis Rubalcaba analizan la dinámica de internacionalización progresiva del sector servicios, aportando una visión sobre su efecto en la balanza de pagos; Carlos Fernández-Otheo analiza la evolución de la inversión; y, finalmente, Ángel Martín Acebes analiza la política de promoción de la internacionalización de la empresa, señalando sus principales logros.
No espere el lector una opinión unánime. No obstante, en su diversidad, el número ofrece una buena colección de opiniones que ayudarán a entender mejor uno de los desafíos más relevantes a los que se enfrenta la economía española.
En Portada
6 José Luis Feito
Competitividad, productividad y déficit exterior
13 Álvaro Anchuelo y Fernando Becker
El modelo de crecimiento español y el déficit externo
19 Emilio Ontiveros y Carlos Maravall
Financiación exterior de la economía española: el final de la bonanza
26 Esther Gordo
La competitividad internacional de España en un contexto global
38 Matilde Madrid
Cambios en la composición del comercio exterior
48 Vicente Donoso y Víctor Martín
Mercados de exportación y déficit sostenible
55 José Antonio Alonso
Déficit externo y fragmentación de los procesos productivos
63 Gisela Di Meglio y Luis Rubalcaba
La internacionalización de los servicios en España
Carlos M. Fernández-Otheo
Flujos, stocks y rentas de inversión extranjera directa en la balanza de pagos. Una perspectiva comparada
83 Ángel Martín Acebes
La política de promoción de la internacionalización
91 Tribuna
91 Victoria Labajo
La inmigración como motor de innovación en la distribución comercial: el caso de la Comunidad de Madrid
102 Carmen Camarero, Félix J. López Iturriaga, Natalia Martín, Juan Antonio Rodríguez, Rebeca San José
Espacio Europeo de Educación Superior y formación doctoran en Economía de la Empresa: ¿convergencia o atrincheramiento?
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