En 1947 Raymond Queneau publicaba Ejercicios de estilo, un libro donde contaba de noventa y nueve maneras distintas la anodina pérdida delbotón del abrigo del pasajero de un autobús. Tal demostración devirtuosismo narrativo anunciaba la creación del Obrador de LiteraturaPotencial y, sobre todo, un concepto creativo basado en laconstitución formal de toda ficción. Siguiendo el ejemplo de Queneau,Aitor Espie dibuja noventa y nueve variantes de la confrontación conun muro. Podríamos decir que imita y, en cierta medida, supera aQueneau pues crear versiones de una pared se antoja especialmentedifícil, más, incluso, que un botón rodando por la plataforma atestada de un autobús. Un muro no solo es barrera sino secuestro delhorizonte, privación de vistas, pelea inútil contra la monotoníaenladrillada. Pues bien, Espie sale bien parado de tan aprisionadaempresa. Propone noventa y nueve ventanas que burlan el hermetismomural, el bloqueo desesperanzado de cualquier paisaje, la ausencia detoda interacción. Consigue sorprendernos, divertirnos, tambiéncuestionarnos con cada ventana que logra abrir en lo infranqueable. Es más que un ejercicio de estilo. Es una sugerencia para entreteneresta vida que cada día coloca un ladrillo más en la muralla, una pista de lanzamiento para romper el persistente bloqueo de la angustia, una lucecita en las ventanas que, antes de que estuvieran tapadas, noshacían creer en la existencia de un exterior. Pónganse contra la pared y disfruten.