El argumento es un modo de imposición. Todas sus referencias, estrategias, modos, metáforas, alusiones directas o indirectas, se dan en un marco guerrero. Se libran batallas, es decir, debates, para imponer argumentos. La explicación es su opuesto. Solo tiene la finalidad de presentar, de demostrar, en el marco del pluralismo epistemológico, las diferentes soluciones: son como radiografías o fotos. El argumento esgrimido por el argumentador baja línea, fuerza al interlocutor a terminar aceptando su planteamiento unívocamente, por ende, es coactivo, es imperial. Ya Nietzsche nos contaba de la idea de verdad como interpretación que gana e impone sus valores, es decir, sus argumentos, sobre los vencidos. La verdad emana del poder. Esa lógica de relación saber-poder nietzscheana en gran medida tiene predominancia en el canon filosófico moderno (desde Descartes o incluso desde Platón). Nietzsche no estaría sino dejando en evidencia lo que la tradición moderna ocultó tras el velo de la pretendida objetividad y neutralidad epistemológica: la verdad como efecto de las luchas de poder, la verdad como interpretación victoriosa. Michel Foucault luego tenderá un puente (en la misma época que Robert Nozick: las décadas de 1970 y 1980) con la lógica expositiva, no argumentativa, de allí la cercanía con la moral de los estoicos y epicúreos (anti-coercitiva), la idea de la auto-regulación de las prácticas, que tanto Nozick como Foucault comparten en sus éticas neo-individualistas.
Este breve introito previo viene al caso de Explicaciones filosóficas (1981), el extraordinario libro de Robert Nozick (New York, 1938-2002). Aquí el filósofo estadounidense opta por una filosofía de la explicación, contraria a la argumentación. La herramienta de la explicación es más amigable con su filosofía de la libertad. La explicación es libertaria, se puede entrar en ella o salir, se puede adscribir a su lógica o bien rechazarla por otra más propicia. El argumento es un modo coerción, tiene una resonancia violenta y agresiva, la explicación es una mostración, una exhibición. Por ello Robert Nozick abona la teoría de la explicación filosófica por sobre la jerarquía y la mayoría abrumadora del argumento en la tradición filosófica. Dice el filósofo: 'Mi pluralismo se extiende a las formas de seguir filosofía; aunque elabore una, guardo constancia y aprecio otras. Incluso la discusión, a pesar de su coacción y distorsión de la dirección filosófica, tiene sus propias virtudes: es sensible a la racionalidad de una persona (si no a su autonomía), y quizás al importarle lo que esa persona cree se demuestre algo de preocupación () La visión de la filosofía como explicación filosófica se expone aquí como una hipótesis provisional, diseñada para abarcar gran parte de la actividad histórica real de filósofos mientras que se demarca una tarea legítima e importante'[1].
Nozick es coherente: el libertarismo de su filosofía política, expuesto en Anarquía, Estado y Utopía (1974), se corresponde con una epistemología de la explicación plural en Explicaciones filosóficas, así como a su vez remite a una ética individualista, del cuidado de sí, neo-estoica, socrática y altruista en Meditaciones sobre la vida (1989). Todo el sistema nozickiano parece estar aceitado a la perfección para dar cuenta de su finalidad: el no dominio del otro. En el caso de Explicaciones filosóficas se trata de correlacionar cuestiones diversas: metafísicas (el yo, Dios, el mundo, la identidad), epistemológicas (el conocimiento objetivo) y éticas (el libre albedrío, los valores, el otro, el sentido de la vida). El desafío de Nozick es grande: ¿cómo mantener la belleza lógica de la explicación, aceptar la existencia de la objetividad del conocimiento y de ciertos valores morales, criticar el relativismo cognitivo y ético pero no caer en la imposición del argumento dominante?
Nozick cree que hay valores mejores que otros (objetivamente), que nos hacen mejor persona, que dotan de sentido la vida y que se paga un castigo retributivo por encarnar malos valores; pero lo propio será la mezcla, la conjunción de valores buenos y malos, y eso es individual (es decir, subjetivo). Por lo tanto, lo subjetivo no será el valor en sí sino el mix elegido para la coexistencia en nuestras conductas y comportamientos cotidianos. Nozick, en este sentido, se revela como un kantiano contemporáneo, su kantismo no es una mera versión (aquello sería un pobre neokantismo obsoleto) sino una actualización a fines del siglo XX y producto del encuentro e influjo de otras filosofías en la suya: el estoicismo romano, el liberalismo de John Locke, el anarquismo individualista (Thoreau, Spooner), la escuela austríaca de economía (Mises, Hayek), ciertas aperturas de Nietzsche y Heidegger e incluso el budismo zen.
La racionalidad nozickiana es similar en su función al Estado mínimo que sostiene en Anarquía, Estado y Utopía. Vale decir, si éste tenía que ser el marco para que cada individuo desarrolle sus utopías personales o comunitarias voluntariamente (socialistas, religiosas, libertinas, hedonistas, puritanas, hippies, etc.), la razón es la condición de posibilidad para el desarrollo y la elección de explicaciones filosóficas en un marco plural. Si algo quiere evitar la filosofía nozickiana es la intervención (política, económica, argumental), el misionado, el forzar al otro, la coacción, pero Nozick es sutil, refinado, brillante y como todo gran filósofo sabe volver sobre sus pasos poniendo en tela de juicio sus ideas, sometiéndolas a tests. Incluso el libertarismo al que adscribió y fundó académicamente en los setentas padeció esa revisión. El filósofo autocriticó sus ideas (sin por ello renunciar a sus principios) a fines de los ochentas[2], luego de la experiencia reaganiana. Nozick veía muy claramente los riesgos del dogmatismo y la cerrazón, de la no importancia del otro, del elogio del egoísmo desmesurado, del desprecio de todo lazo social, por ello conjugó como ningún libertario el fuerte valor del individuo con una sensibilidad social inédita para otros pensadores de la tradición (Murray N. Rothbard, Ayn Rand). Nozick diseñó un individualismo altruista y pragmático, que permitía zigzaguear históricamente, en función de lo que la sociedad precisaba (más izquierda o más derecha), pero nunca vulneró sus principios, de hecho en su última entrevista antes de morir se reivindicó todavía como libertarian[3].
En el plano epistemológico y metafísico encontramos en Explicaciones filosóficas la misma actitud en Nozick que en su filosofía política: su racionalidad no pretende vencer al oponente sino modelar formas lógicas con belleza, procurar que las explicaciones plurales convivan como lo hacen las diferentes utopías voluntarias en el marco del Estado mínimo. Es ese equilibrio magnífico lo que deja en evidencia esta colosal obra.
Hay que destacar el trabajo de Editorial Innisfree al realizar la primera traducción de un texto clásico que requería imperiosamente su versión en español. Aquí la tenemos para disfrutarla. En esa dimensión del placer de pensar, al cerrar la Introducción, dice Nozick: 'Este libro expone sus explicaciones con un espíritu provisional; no solo no te pido que creas que son correctas, tampoco me resulta importante que creas que son correctas. Aun así, sí que creo, y espero que también lo veas así, que estas explicaciones propuestas son esclarecedoras y que merece la pena tenerlas en consideración, que merece la pena superarlas; también que el proceso de buscar y elaborar explicaciones, de estar abierto a nuevas posibilidades, a nuevas preguntas y divagaciones, a la libre exploración, es en sí mismo una delicia. ¿Se puede comparar cualquier placer al de una nueva idea, una nueva pregunta?'. Y más adelante cierra: '¿Qué es la emoción y sensualidad de la mente? ¿Cuál es el orgasmo? Sea lo que sea, por desgracia asustará y ofenderá a los puritanos de la mente (¿comparten los dos puritanismos una raíz común?) incluso si desarrolla a los demás y les trae felicidad'[4].
Precisamente, si un libro complejo, extenso, denso y estético como Explicaciones filosóficas se lee con una sonrisa permanente, es por esa sustancia orgásmica de todo pensamiento que estimula hacia lo nuevo, en definitiva, de la felicidad de hacer filosofía en libertad. O de cómo la filosofía nos hace más felices.